Como género está aún en construcción y debe tener un carácter tan amplio como lo tienen otros géneros audiovisuales.
He encontrado pocos retos en mi trabajo a la altura de tratar de definir, con una vocación relativamente académica, en qué consiste exactamente un fashion film. Son dispares los ejemplos, muchos los caminos, ambiguos los márgenes e infinitas –he ahí la parte que más me interesa como realizador–, las posibilidades.
En resumen, y desde una perspectiva pretendidamente personal, para mí un fashion film es una excusa maravillosa para unir en una película muchas de las cosas que me gustan. Una estética potente y memorable, una cuidada fotografía, una narrativa onírica y provocadora y un vestuario que sume, cuestione, cuente y transforme la historia.
Mis inicios…
La primera vez que vi algo parecido a un fashion film no lo hice, seguro, llamado por el género, sino por mi deseo insaciable de consumir imágenes en todas sus formas y formatos. Lo que me encontré me cautivó: esa manera en la que todo en aquella pieza audiovisual estaba puesto al servicio de un fin, que no era otro sino transmitir y generar sensaciones a través de una estética alineada, donde los outfits generaban tanto, o más, que los elementos de arte, la fotografía o la música.
No se trataba de un videoclip, tampoco era publicidad ni hacía suya la narrativa de un cortometraje. No encajaba en ninguna de las denominaciones formales que yo conocía hasta la fecha, pero comunicaba de una manera muy poderosa.
Han pasado unos años desde aquel primer encuentro y mi interés en la materia no ha hecho sino crecer. He indagado en su lenguaje, explorado su narrativa y disfrutado de la grandiosa libertad que me ofrecía su indefinición. Su rigor estético se vino conmigo al campo de la publicidad, donde llevo trabajando tres años en los que la moda, en todas sus versiones y manifestaciones, ha invadido de alguna manera cada uno de mis tratamientos y mis campañas, consolidando y definiendo como sólo ella puede hacerlo mi estilo como director.
Todos podemos estar de acuerdo en que la moda es quién define a los fashion films, pero a partir de ese punto, son muy diversas las formas desde la que nos podemos acercar.
Europa II, mejor fashion film…
Esa libertad creativa se me presentó con Europa II, ganador del premio al mejor Fashion Film y mejor director en el Festival de La Jolla. Un proyecto para Vogue España en el que se nos pedía construir un proyecto audiovisual de altura armado con looks de la colección Crucero de Gucci.
Mi intención era la de contar una historia y envolverla en una atmósfera densa, casi mágica, y lo hice a través de una paleta de color que iba desde los azules al magenta y con un lenguaje que mezclaba libremente el cinematográfico y el del videoclip, para conseguir una pieza hipnótica que contase la historia de una huída. Pocas veces un realizador se encuentra con un caramelo tan dulce y prometedor como cuando se adentra en el campo de los fashion films.

Lo que es una realidad es que el fashion film ha llegado para quedarse. Como género audiovisual abre nuevos caminos tanto para quienes hacemos las películas, como para los espectadores que las consumen y lo más importante, son una nueva e importantísima herramienta en manos de las marcas. Las marcas de moda, y las de belleza también, tienen aquí una gran oportunidad.
Las nuevas tecnologías han hecho que todo el mundo sea no sólo consumidor sino también potencial generador de contenido, y son ellas las que deben generar ese contenido de forma valiente, innovadora y de calidad. Los fashion films son para ellos una oportunidad, más allá de mostrar productos (lo cual creo que no es lo que realmente importante) sino de decir quién soy y quién quiero ser, transmitir una imagen con una intención claramente aspiracional.
Para los realizadores abre un campo vastísimo de posibilidades técnicas, estéticas y especialmente artísticas. Es un camino excelente para construir un universo propio, desde el enfoque más clásico al más experimental. Construyendo una historia, utilizando el lenguaje del videoclip o el videoarte más vanguardista. Lo importante es que es un canal donde el realizador puede poner su talento al servicio de una marca o un producto de moda, siendo fiel a los valores de esta y aportando su punto de vista único.
Actualmente los usuarios y potenciales espectadores de los fashion films están acostumbrados a hacer un consumo cada vez más rápido, más directo y en pantallas más pequeñas. Las televisiones ganan la partida a los cines, las tablets a las televisiones y los móviles a las tablets. ¿A quién no fascinaron los estilismos futuristas de Blade Runner o El quinto elemento? ¿Quién no recuerda la camiseta blanca y los jeans de James Dean? El séptimo arte ha generado iconos de estilo que han marcado una época y se ha valido de la moda (y ha bebido de ella) para generar personajes e imágenes icónicas.

Es la hora de que la moda se aproveche del audiovisual
En la actualidad hay directores como Wes Anderson que se sienten muy cómodos saltando del largometraje a los fashion films, ejemplo de ello son sus maravillosas historias para PRADA o H&M que beben, en un diálogo exquisito entre formatos, de la rica esencia de sus largometrajes. En su fashion film Holiday Christmas, Wes Anderson sitúa el tren de The Darjeeling Limited (W. Anderson 2007) en el frío de la nieve navideña.
Y el camino es de ida y vuelta. En Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012), el director tejano nos presenta a su protagonista Suzy Bishop (Kara Hayward) tras un barrido de cámara dentro de una casa familiar. La niña baja unas escaleras enmarcadas por el arco de una puerta. Lo primero que descubrimos son sus zapatos y sus calcetines blancos, altos. La joven entra por la puerta, su look es icónico desde el primer momento en el que Anderson presenta al personaje. Un vestido en tono salmón, con cuellos y empuñaduras blancas. La niña camina justo por el centro del cuadro, lugar preferido por el director para situar a los actores. Camina rápido, recta, con un gato entre sus manos que deja un sólo instante para coger unos prismáticos, complemento que servirá para generar la imagen más reconocible y potente del film. Los tonos en la escena son amarillentos, ocres, en la paleta de color hay dos pinceladas: el rojo de un piano y el salmón del vestido. Todo es cálido, la fotografía también. Sólo la sombra de ojos de Suzy es fría, de un azul brillante que nos cuenta mucho de la joven. Una exquisita puesta en escena propia de un fashion film.

Y es que Anderson convierte, en sus trabajo para moda, las pequeñas historias en un auténtico festín para los sentidos, otorgando a la marca de una imagen no sólo potente, sino reconocible y memorable.
Su influencia ha sido tal que ha trascendido la bidimensionalidad de las pantallas, para impregnar también colecciones o universos estéticos tan poderosos como Gucci, o la misma Prada, de su colorido, su imaginario retro irreal, su irreverencia nerd y su cultivado elogio de lo único y lo estéticamente celebrable.
Son estos ejemplos de fashion films ligados al lenguaje cinematográfico, donde la moda trasciende al género: hay comedia, hay ternura, pero también puede haber terror; las opciones son tan amplias como las miradas de los realizadores.
Hay otros muchos fashion films que no tienen una vocación cinematográfica o narrativa. Muy habitual es ver fashion films que son ejercicios experimentales que consiguen darnos una visión de la moda completamente distinta, acercándonos a ella desde puntos de vista diferentes, sensoriales, oníricos, convirtiendo incluso la ropa y las texturas en un personaje, en un protagonista material, aprovechando las ventajas del audiovisual frente a la foto fija: la ropa toma vida, se mueve, ondea, vive dentro del espacio fílmico.
La moda debe aprovechar todas estas posibilidades que le ofrecen los fashion films, disfrutar de las opciones que se le presentan para comunicar y llegar a un consumidor cada vez más habituado al formato audiovisual. Es el momento de generar ese contenido, de utilizar el canal, para llegar de una forma más directa y memorable a los usuarios.

Imanol es un director nacido en Madrid y criado en Gijón, en una familia de actores, donde descubrió su pasión por la narrativa y el poder de las imágenes como medio de expresión artística.
Tras siete años trabajando en televisión como montador, decidió aventurarse profesionalmente como director en el mundo de los fashion films, colaborando con plataformas como Vogue.es y marcas como Adolfo Domínguez e Yves Saint Laurent.
Con una mirada única y una narrativa que no teme al humor inteligente o la ironía y bajo una potente estética, atrajo el interés del mundo de la publicidad, donde debutó con su trabajo Collisions para Heart Ibiza que le situó en la short list de Cannes. Su último fashion film, Europa II, fue galardonado con el premio a mejor película y mejor director en La Jolla FFF.
Amante del queso, fervoroso y noctámbulo seguidor de la NBA, y road tripero empedernino, Imanol ha creado un estilo propio donde cada matiz importa.
REEL DE Imanol Ruiz de Lara…
Ver reel completo en este enlace