Un mundo de belleza sofisticada

Anidado en la arena, a orillas del Golfo Pérsico, se alza a 828 metros la estructura de mayor altura construida por el hombre: el Burj Khalifa. Sobre cimientos geométricos en forma de pétalos de lirio Hymenocallis y ocupando los ocho primeros niveles de la torreada edificación, con residencias de lujo y suites hasta la 39a losa, Giorgio Armani hace su debut en el mundo hotelero en abril del 2010.

El contexto ambiental en que se emplaza el primer hotel de la cadena corresponde al eje principal del Downtown Dubai, un ambicioso complejo residencial y comercial actualmente en desarrollo en el emirato petrolero y turístico, conocido como “El Centro del Ahora”. Es por ello que presume de contener los más de trescientos mil metros cuadrados más prestigiosos del mundo. La meca del lujo exhibe un contraste cosmopolita donde coexisten asiáticos, occidentales y árabes ataviados en kanduras impecables, Ferraris y camellos.

Ahora bien, la inmersión de Giorgio Armani en la hotelería sigue los pasos de un terreno ya probado por otros grandes nombres de la moda como Karl Lagerfeld, Diane von Furstenberg, Bulgari, Missoni y Versace. Así como otros antes que él, y englobando una industria de diseño que va más allá de las fronteras de la alta costura, comprendemos que al afamado ícono de la moda internacional se le quedó pequeño el armario.

Emulando el patrón que irrumpió Hollywood y las pasarelas internacionales hace más de cuarenta años con su pionero estilo pulcro y libre de excesos, Armani Hotel Dubai es una bocanada de aire fresco, elegante, sobrio, dentro de un escenario caracterizado por el derroche, pompa y exuberancia. Descrito como un estilo de “Opulencia Minimalista”, se decanta por la selección de materiales sofisticados sobre líneas limpias y trazos geométricos. No pretende deslumbrar en ostentación efímera, sino reflejar el buen gusto atemporal, clásico en estilo y moderno en silueta que caracteriza las colecciones de su creador.

Los interiores estuvieron a cargo del equipo de arquitectos y diseñadores de Wilson Associates en Dallas; sin embargo, el concepto de estilo y la atención al detalle lleva impreso el singular sello del modisto italiano. Desde la selección de revestimientos hasta los arreglos florales de Armani Fiori y los cubos de azúcar monogrameados, el ya octogenario diseñador se involucró en cada aspecto del proyecto.

El diálogo arquitectónico, traducido de un lenguaje de alta costura, consigue mantener una clara identidad en cada estancia del hotel. Una inclinación al estilo de la década de los treinta evidencia curvas Art Deco, afianzada por maderas laqueadas, tapizados en seda, acabados pulidos, presencia de metales y superficies en cuero. El mismo diseñador ha comentado sobre su predilección por un interiorismo moderno de tonos neutros, preferencia por escalas de grises y cremas, atención a las texturas, así como una marcada inspiración proveniente de la arquitectura y cultura de China y Oriente Medio.

El lobby del hotel se adorna con esculturales arcos interconectados en estructura de acero pintados en bronce que encierran a su vez la recepción y las áreas de espera. Una serie continua de cortinas romanas en color lino abraza la caprichosa arquitectura interior del Burj Khalifa a la vez que pronuncia la altura del espacio cual fuesen columnas revestidas en paneles de tela. La sobriedad de una paleta íntima, dramática y escasa imprime una sensación de lujo y masculinidad. El rayado natural de las vetas de mármol eramosa contrasta las estrictas siluetas del mobiliario que reafirman la formalidad del ambiente.

En los corredores, líneas de luces indirectas LED y fluorescentes marcan una pronunciada pasarela en perspectiva y se proyectan difusas suavizando paneles y puertas en madera zebrano. Su horizontalidad atestigua la inclinación por una pulcritud de estética oriental. A modo de acento discreto, el acceso a cada una de las 160 recámaras se reconoce por la silueta de una lámpara y grandes números iluminados que identifican al huésped hacia su habitación.

En este punto del recorrido, no es sorpresa que el interior de las recámaras se vista de la misma sobriedad y buen gusto en acabados y mobiliario del resto de las áreas públicas del hotel. Las estancias privadas exudan elegancia con la misma paleta restringida que ya se ha vuelto familiar. La mayoría del mobiliario, perteneciente a las colecciones de Armani Casa, se adosa contra paredes ondulantes que repiten las sinuosas formas del Burj Khalifa. Apelando a la discreción de estilo italiano, se disponen paneles corredizos de madera que ocultan los armarios así como una pantalla que hace a la vez de televisor y monitor gracias a un teclado inalámbrico.

A cada paso, acompañado del reconocido logotipo de la moda, el espectador se sumerge en una suntuosa simplicidad, la elegancia que proviene de la calidad y la ejecución de un plan maestro coherente. El diseño de cada uno de los restaurantes, bares y tiendas de lujo se acoge religiosamente al estilo desarrollado por Wilson Associates bajo supervisión estricta del diseñador. Esta tendencia representa una evolución en el turismo de lujo: la invitación a experimentar un estilo de vida envolvente y auténtico bajo los lineamientos filosóficos de la marca, siempre presentes en el diseño, siempre en contacto con los usuarios y huéspedes del hotel.

Su sensible visión de armonía, calma, y privacidad se revela inequívoca en la lujosa sencillez de cada rincón del proyecto. Si bien el propósito de Giorgio Armani fue trasladar su filosofía de la industria de la moda a un concepto global de diseño de hotel, bien queda reflejado su pensamiento en práctica que “la elegancia no es capturar la mirada de alguien, sino permanecer en su memoria”.