Para que Elena Poniatowska escribiera La Piel del Cielo (2001), su sexta novela y única historia centrada en la astronomía, tuvieron que antecederle 24 obras. Nacida en París de padre francés y madre mexicana en 1932, la autora llegó a tierra azteca a los diez años. A todas voces y acentos se dice mejicana, y sus letras y palabras así lo indican. Ha escrito enormes obras que la han merecido de todos los premios y honores por englobar un nombre que se vincula con la lucha de los oprimidos.

Con casi 70 años de edad, Poniatowska entrega un paréntesis compacto de la historia de la astronomía del país de sus latidos. Cuenta la vida de Lorenzo de Tena desde que era un niño, y  mirando al cielo, le preguntó a su madre si allá arriba había algún fin. El amor maternal le nutre esa fascinación por los astros. Lorenzo recorre una vida buscando respuestas para aquellas preguntas que le entorpecen la realidad terrenal. 

Vista previa del libro en este enlace

Los logros y pasiones de Lorenzo lo ponen en Harvard, lo vinculan con los más grandes estudiosos y lo traen de vuelta a casa para instalar y dirigir el primer observatorio astronómico, rodeado de una política gobernada por la corrupción y doblegada por ese colonialismo auto infligido de “para qué hacerlo si los de arriba ya tienen rato”. De allí vendrán las sincronías que cualquier lector de este lado del charco, con un interés mínimo por las ciencias y las artes, encontrará al ver la pobreza mental de los burócratas de aquellos tiempos remotos y los que aún corren.

Pero Lorenzo logra esa hazaña y en el curso de la historia Poniatowska repleta el libro de postales distintas, que hacen de esta fascinación por el universo un reflejo de la incoherente sociedad que se sienta a mirar para arriba durante las noches que la luna nos da la espalda, y que durante el día traba luchas con el ego, el machismo, el amor, la gerontocracia y tantos otros temas. El hecho que la autora franco-mexicana estuviera casada con el astrónomo Guillermo Haro, y que por ella misma se trabajara el ser una de las mejores cronistas del periodismo hispano, nos dejan una novela con una encantadora fidelidad, que muchos de sus seguidores anglos la catalogan como una historia de “faction” (algo como realista ficción).

El feminismo de la vieja guardia de Poniatowska también es un potente conductor de la sociedad y de esta historia. Las bondades de Lorenzo son sembradas por su madre y hermana, mientras que sus vicios son generados por un existencialismo casi nihilista que brota desde su ego y también por debatir con señores de las ciencias que lo retan a agudizar su criterio. Hasta el momento en que Fausta Rosales lo pone contra las cuerdas emocionales, sentimentales e intelectuales.

La editorial Alfaguara le concedió el premio anual al mejor libro de 2001.

Crédito de la imagen: Economiahoy.com