Al viajar, siempre busco visitar lugares distintos de las ciudades, no los clásicos lugares turísticos. En especial busco disfrutar de exhibiciones distintas e interactivas. Ir al Museum of Ice Cream (MOIC) me dio la emoción parecida a como cuando eras «pelaito” y visitabas Disney; entradas a una dimensión diferente, con toda la temática de que el sabor es diversión. Más que un “pop-up Instagrameable«, es una experiencia que conecta algo tan universal como el helado con diversión, inclusión y curiosidad. Es un espacio para imaginar.
¿A quién no le gusta el helado? Este postre es una de las ricuras más queridas del mundo. Museum of Ice Cream (MOIC) es un playground para despertar el niño interior. Es como entrar en un mundo con un mix entre Charlie en la fábrica de chocolate, Cloudy with a Chance of Meatballs y la psicodelia de Lisa Frank, pero en vida real.
Desde el verano del 2016 en New York en el Meatpacking District; zona del Chelsea Market, The High Line Park y The Whitney Museum, nace este experimento social donde se combinan instalaciones de gran escala con sabores de helados. Fundado por Maryellis Bunny Manish Vora, las temáticas de este pop up interactivo van cambiando dependiendo de cada ciudad que visita. Es como un circo de colores -por supuesto que sin animales- que también ha visitado Los Ángeles, Miami durante el Art Basel 2017 y San Francisco. En esta última ciudad el museo se instaló como la primera muestra permanente, localizado en Grant Avenue a una cuadra de Union Square.
Al llegar te reciben con diversos tipos y formas de helados en espacios inspirados en la nostalgia de un Diner de los 60s y una estética impecable de colores pasteles. Hay instalaciones inspiradas en ingredientes, pastillas y magia que a todos nos encanta combinar con el helado.

Es un recorrido en el que podrás descubrir una cueva de menta y chocolate, mecerse sobre un cielo de bananas, rocola de crema de batir, un parque con gummy bears gigantes, entrar en un cielo de cerezas y subirte en unicornios dentro de un arcoíris.
Una de las atracciones emblemáticas es la histórica Sprinkle Pool: una piscina Llenas de «chispitas de colores” de las que le echan sobre los dulces o helados para decorarlos. Te sumerges dentro en una piscina con 100 millones de chispitas. Lastimosamente no son comestibles, pero es una experiencia brutal.

En cada parada siempre existe una dinámica o reflexión hacia tu propia vida en cómo podemos ser mejores personas, enfrentar momentos difíciles, cómo podemos ayudar a otros y ser más curiosos a través de la creatividad. Hay un cuarto donde juegas con magnetos de colores de esos que pegas a la refri y escribes mensajes en las paredes, sobre las cosas te apasionan. Al final de la experiencia puedes llevarte a casa mercancía de sus colaboraciones con Target y Sephora. Visítalo con tu pareja o amigos para divertirte más.
